LA PLAZA SAN SEBASTIAN

Puedo hablar con propiedad de la plaza San Sebastian porque vivo junto a ella.

Es algo así como el patio delantero de mi casa.

Nada me separa de ella, desde la puerta de entrada del edificio sólo debo alargar el pie para bajar el escalón de entrada y ya estoy en la plaza.

Esto da una sensación de pertenencia.... y también de responsabilidad. Los vecinos sentimos que debemos cuidarla como algo tan propio como a nuestro hogar.

Sentada detras de los ventanales de mi casa observo el movimiento que genera su entorno.

La Iglesia de San Sebastian, que le da nombre, le confiere un papel preponderante.

Los parroquianos que asisten a misa, los niños jugando mientras aguardan la hora de catequesis, las bodas con toda su parafernalia, y las campanadas llamando al culto que muchas veces se superponen, a las del reloj de su fachada.

Las dos imágenes de la Inmaculada parecen querer protegernos. La que mira desde lo alto del templo y la que, obra y obsequio a su ciudad de Jesús de Perceval, ahora, remodelada la plaza, luce toda su gracia mariana desde lo alto de un esbelto pedestal .

Son de todos los almerienses pero intentamos creerlas nuestras porque son lo primero que vemos al asomarnos a la mañana y muchas veces, lo último que casi inconscientemente observamos al retirarnos a descansar en la noche.

La plaza es especial, su diseño no se repite en la ciudad, su ubicación es privilegia, por algo está como apuntando con su vértice hacia la Puerta Purchena y ahora dicen que van a inaugurarla oficialmente.

Resulta ser una oportunidad para comenzar a presentar literaria y fotográficamente la Almería de todos los días, con sus defectos, -que no callaré- y con sus bondades, que multiplicaré porque ¿que menos puede merecer la ciudad donde el sol se queda a pasar el invierno?

® Graciela Vera Cotto



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